viernes, 11 de abril de 2008

Metásfora

Fosforo

Sobre mi mesa de trabajo, curiosamente desocupada hoy, veo un fósforo. Es como todos, no tiene nada en especial que lo distinga de los demás: un trocito casi insignificante de madera cuadrangular que termina en una cabecilla roja.

Pero hoy, con ganas de escribir y con tiempo para usar a discreción mi imaginación contenida durante la semana, analizo su razón de ser. Sólo un pequeño palito, capaz de encender desde un momento de placer hasta una incontenible expansión de energía, ahora allí sobre la mesa, con todo su poder encerrado en su cabeza, casi comparable a mi mismo.

Porque es cierto, las personas somos como fósforos, permanecemos mucho tiempo quizás aguardando quien nos encienda y cuando finalmente eso sucede, somos capaces de brindar gran placer o de provocar un incontenible fuego.

Claro que hay muchas clases de personas. Pero también hay muchas clases de fósforos: hay de papel, de cera, de fibra, de madera…

Hay fósforos que sólo se encienden si se los raspa sobre algo especial o acercándolos a otro fósforo ya encendido. Hay fósforos húmedos que no encienden nunca, hay otros que encienden, si, pero que se apagan rápidamente. Hay fósforos de colección, fabricados para nunca ser encendidos, sólo para ser admirados por su coleccionista, tan bellos como inútiles.

Otros, en cambio, más humildes pero no menos poderosos, han servido para encender cosas importantes, como por ejemplo, las mechas de varias revoluciones.

Por la calle hay muchos fósforos tirados. Nadie los ve, pero están en todas partes, ya apagados, con su energía muerta en vaya a saber qué cigarrillo. Son los miles de fósforos que día a día se consumen casi inútilmente, cumpliendo sus funciones con fidelidad.

Tomo el fósforo entre mis dedos y me pregunto si habrá otro como éste en alguna parte, protagonista de una pequeña historia, casi diría como un fósforo “actor”. Un fósforo particular al cual le tocó encontrarse en mi mesa de trabajo, justo hoy, en que curiosamente está desocupada.

Entonces, inevitablemente lo raspo suavemente y su cabeza estalla en una llamita prolija que lo va consumiendo, hasta que debo soltarlo sobre el cenicero para verlo deshacerse en un montoncito oscuro de fibrillas. Sé ahora, que el primer actor ha muerto y un telón de humo gris pone fin a su existencia, pero inmediatamente descubro que su sacrificio sirvió para encender mi imaginación.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Oye, fósforo/sofocador (que paradoja), he entrado por primera vez en tu casa ¿no me das la bienvenida?

Ten en cuenta que las personas mayores nos deprimimos con esas cosas...

Sofocador dijo...

senior citizen: Disculpe Ud. Se agradece su visita. En estos días estuve muy ocupado y sólo dispongo de los fines de semana para ocuparme de esta actividad que es nueva para mi.

(Lo de las paradojas, bucles y extrañas coincidencias es algo que encontrarás seguido por aquí)

Saludos.

Anónimo dijo...

Bueno es saberlo...

Comentaré solo en fin de semana. (Siempre olvido que hay gente que trabaja)

Saludos también. Presiento que esta casa me va a gustar.