sábado, 19 de abril de 2008

Humos

Buenos Aires

¡Oh Reina!
Reina del Plata
Reina sentada, Reina desparramada.
Reina por derecho divino y por consagración de los hombres.
Reina al fin desde el principio de los tiempos porque a alguien se le hizo cuento que empezaste…
Reina reinante y gobernante y tan majestuosamente Reina como pocas.
Reina traída hasta la orilla del río de barro y de señera por las achinadas sirvientas que empujan esforzadamente tu silla de ruedas. (Ya no podés ni caminar de tan gorda)

Reina dominante de puchos en el suelo, de puchos y papeles, de tapas de gaseosas y cucharitas de helados, de un abigarrado tesoro de basuras,
Reina que engordás continuamente por el sur, por el norte y el oeste en tentaculares grasas, en pringosas excrecencias que se derraman, que cuelgan, que se estiran, que te hacen cada vez más pesada, más enorme, más poderosa, más insoportablemente ávida de carne y ladrillos.
Reina que por el este te reflejas en las lodosas aguas donde se vuelcan tus defecaciones, secreciones, restos de comida, niñitos abortados y rosas, ah rosas, flotantes rosas rosadas, tenues, transparentes, de rosados preservativos rosadamente usados.

Reina reinísima y soberanamente Reina, que absorbe, que devora, que manduca, que morfa.
Reina contaminada y bellísima.
Reina bellísimamente ebria con todos los humos en la cabeza.
Reina libidinosa y dulce, venal y oscura, violada varias veces sin oposición.
Reina tan mística, tan patriarcal, tan sacristana, tan beata, tan señora, tan Reina, tan puta, tan santa.

Oh tan Reina y sin embargo tan insatisfecha, siempre tan ansiosa de esos muertos que con su propia carroña te fertilizan, de esos muertos…tus muertos viajeros en el sinfónico regurgitar de sus entrañas.
Oh tan necrolática y obituaria y llena de estertores, y de asfixias, de boqueadas y agonías.
Reina, ¿qué hay de tus muertos?¿qué hay de las voces de tus muertos?

Reina…nos conocemos bastante. No me vengás ahora con los héroes del orden o de la subversión, de la opresión o de la violencia, unitarios o federales, rojos o azules. No me vengás con eso de “oidmortaleselgritosagrado” o “luchemosporlapatriaredimida” o “losmuchachosperonistastodosunidostriunfaremos”, que no te estoy hablando de esos muertos.
Te estoy hablando de los otros, de los que viven y silenciosamente corren por tus venas y se te encallan en el esófago, de los que todos los días salen a representar su sincrónica y rutinaria comedia de habitantes, de los que nadan en tu sangre roja que también corre por sus cuerpos de muertos vivos.

Reina, de esos muertos te hablo. No de los que son prócer o estatua o mártir. Sino de los relegados, de los olvidados, de los negados.
De esos muertos te hablo…
De esos muertos, Oh Reina.

Que por ellos sos tan eterna como el agua o el aire.

Eduardo Gudiño Kieffer

domingo, 13 de abril de 2008

Antigüedades



Domingo de madrugada...¿El amor es siempre lo mismo?

sábado, 12 de abril de 2008

Pintura

Pinceles

Breve clase de pintura

La mañana es, sin duda, celeste. Se agarra el pincel, se mezcla bien el azul con un buen poco de blanco, se le agrega un chorrito de agua y ya está: pueden pintar una mañana perfecta.
La tarde también es fácil de pintar: es amarilla o mas bien ocre, sólo si hace mucho frío puede ser un poquito más clara.
La noche, todos estamos de acuerdo en que es negra. O en todo caso azul oscuro. Así que pongan un poquito de cada uno de estos colores en la paleta, los mezclan bien y ya tienen el color exacto de la noche.
La soledad en cambio, es rosa. Toda de un rosa parejito, sin dudas ni sobresaltos, continua y aburrida como un cielo, no como la tristeza que es marrón pero despareja, con nubes claras y oscuras, ni como el dolor que para pintarlo, deben cubrir la tela con rosa pero después adornarlo con finas rayitas rojas.
La alegría es verde. De un verde fresco salpicado de gotitas amarillas que se hacen sacudiendo con el pulgar los pelitos del pincel.
El amor es rojo, como todos saben, pero siempre hay que agregarle un poco del transparente tiempo para que brille más, pero no demasiado pues puede diluirse y quedar rosa, que como dije, es el color de la soledad.
Para pintar la amistad, que es una de las más difíciles, deberán mezclar, rojo, amarillo y blanco, hasta lograr un anaranjado tenue como ese de los duraznos cuando empiezan a madurar y desparramarlo sobre la tela con cuidado, sin que se noten demasiado las pinceladas.
Otra difícil es la sabiduría: hay que poner un poquito de azul sobre el rojo y agregarle blanco y plata hasta lograr el tono justo, que sólo puede imitar aquel que llegó a lograrlo alguna vez.
Hay cosas como el misterio, el suspenso y la emoción, que no tienen un color definido y sólo se consiguen con habilidad en los trazos o la mayoría de las veces por casualidad, por lo que hay que estar siempre atentos.
Hay también algunos secretos que conviene saber: tener los colores en orden y los pinceles limpios. Nunca deben mezclar, por ejemplo, la soledad con la alegría ni el dolor con el aburrimiento. Pero si una tarde es demasiado larga se puede seguir pintando la noche sin lavar el pincel, y si el dolor es mucho, las rayitas rojas pueden ser más gruesas y no hay problema.
Siempre deben tener a mano la pintura blanca, que es el color de la nada, por si hay que olvidar algo o se exageró algún sentimiento.
Lo demás corre por cuenta de cada uno, las pinceladas deben dejarse correr sin esfuerzo, cargando el pincel como se nos de la gana o como nos resulte más fácil y no dejando ningún lugar de la tela sin pintura ya que por allí puede escaparse el tiempo, que carece de color y no perdona. ¡Y sin miedo eh!, que si algo sale mal, siempre se puede corregir, no como en la vida real, que lo hecho, hecho está y no hay nada que hacer. Además como el miedo también es negro, puede parecer que hemos pintado solamente noches y volverse todo rosa parejito de aburrido, como cuando nos apretamos los párpados cerrados para ver esas luces extrañas que guardamos en los ojos.
Por ahora no intenten pintar la eternidad, sólo los grandes pintores descubrieron, casi siempre sin sospecharlo, su misterioso color. Así que confórmese con lo que les acabo de enseñar y prepárense para la próxima clase, en la cual les mostraré como se pinta el silencio y los colores de la juventud y de la furia. Además, no se apresuren y tengan paciencia que para la eternidad siempre hay tiempo.

Casualidad

Noventa

El señor Andrés Paz ganó noventa mil pesos en la lotería con el número noventa, que había comprado por haber dormido en la habitación noventa del viejo hotel que está en la Avenida San Martín al noventa, el día de su nonagésimo cumpleaños.
Para evitar ser molestado por sus conocidos y amigos, decidió no informar a nadie sobre su buena fortuna, pero por si algo le sucedía, vino a mi oficina a dejar en claro su voluntad testamentaria.
Y ¡Oh casualidad increíble! Para contarles todo esto utilicé exactamente noventa palabras.

Receta

“El amor es como Don Quijote, cuando recobra el juicio es que se está por morir”

Jacinto Benavente

(1866-1954)

Pollo destrozado

Ingredientes:

Una cebolla, un puerro, un apio picado, un pocillo de aceite.

Una zanahoria pelada, una cabeza de ajo triturado.

100 gramos de portate bien Miguelito cortado en fetas finas.

Medio kilo de pollo destrozado (afuera llueve y me falta limpiar el baño)

Media taza de champiñones con el agua del lavarropas.

Una copa de vino blanco con el cuello mal planchado

Sal y pimienta a gusto.

Preparación:

Rehogar la rutina con Miguel, el puerro y el apio en aceite. Agregar la zanahoria que soy y cocinar unos minutos. Añadir el ajo, la angustia, el pollo, la cuenta de la luz, el crédito vencido, el vino, los champiñones y condimentos.

Cocinar unos treinta minutos y servir. Dejarse estar hasta que vengan los chicos con sus dedos pringosos que engrasan el pelo y pidan agua y pidan pis y caca y levantarse como todos los días y abrir la heladera y encender la luz del baño y darse cuenta de que el rollo de papel higiénico se terminó y colocar otro y mirarse al espejo y ver, no sé, un rostro gris, con el pelo aceitado y ojos de robot.

Buscar el recetario, leer, sonreír y preguntarse ¿Quién escribió esto?

viernes, 11 de abril de 2008

Metásfora

Fosforo

Sobre mi mesa de trabajo, curiosamente desocupada hoy, veo un fósforo. Es como todos, no tiene nada en especial que lo distinga de los demás: un trocito casi insignificante de madera cuadrangular que termina en una cabecilla roja.

Pero hoy, con ganas de escribir y con tiempo para usar a discreción mi imaginación contenida durante la semana, analizo su razón de ser. Sólo un pequeño palito, capaz de encender desde un momento de placer hasta una incontenible expansión de energía, ahora allí sobre la mesa, con todo su poder encerrado en su cabeza, casi comparable a mi mismo.

Porque es cierto, las personas somos como fósforos, permanecemos mucho tiempo quizás aguardando quien nos encienda y cuando finalmente eso sucede, somos capaces de brindar gran placer o de provocar un incontenible fuego.

Claro que hay muchas clases de personas. Pero también hay muchas clases de fósforos: hay de papel, de cera, de fibra, de madera…

Hay fósforos que sólo se encienden si se los raspa sobre algo especial o acercándolos a otro fósforo ya encendido. Hay fósforos húmedos que no encienden nunca, hay otros que encienden, si, pero que se apagan rápidamente. Hay fósforos de colección, fabricados para nunca ser encendidos, sólo para ser admirados por su coleccionista, tan bellos como inútiles.

Otros, en cambio, más humildes pero no menos poderosos, han servido para encender cosas importantes, como por ejemplo, las mechas de varias revoluciones.

Por la calle hay muchos fósforos tirados. Nadie los ve, pero están en todas partes, ya apagados, con su energía muerta en vaya a saber qué cigarrillo. Son los miles de fósforos que día a día se consumen casi inútilmente, cumpliendo sus funciones con fidelidad.

Tomo el fósforo entre mis dedos y me pregunto si habrá otro como éste en alguna parte, protagonista de una pequeña historia, casi diría como un fósforo “actor”. Un fósforo particular al cual le tocó encontrarse en mi mesa de trabajo, justo hoy, en que curiosamente está desocupada.

Entonces, inevitablemente lo raspo suavemente y su cabeza estalla en una llamita prolija que lo va consumiendo, hasta que debo soltarlo sobre el cenicero para verlo deshacerse en un montoncito oscuro de fibrillas. Sé ahora, que el primer actor ha muerto y un telón de humo gris pone fin a su existencia, pero inmediatamente descubro que su sacrificio sirvió para encender mi imaginación.

sábado, 5 de abril de 2008

Filosofía

Gauguin

"Compré unas fotografías obscenas en Port Said... Las puse bien a la vista en el recibidor de mi casa.
Todos se reían de ellas. Casi todos, a decir verdad.
Era una cosa momentanea y después ya nadie pensaba más en eso.
Pero la gente que se dice a sí misma respetable dejó de venir a mi casa. Eran los únicos que pensaban todo el tiempo en el asunto.

Piensen ustedes en esto, y claven alguna obscenidad de modo bien visible en la puerta de sus casas, a partir de ese instante, se verán libres de toda la gente respetable, la más inaguantable que Dios ha creado"

Paul Gauguin

miércoles, 2 de abril de 2008

Lugares

La cañada

Hay paisajes, lugares, que se conservan nítidamente en la memoria, aunque haya pasado mucho tiempo sin verlos o aunque sólo se hayan soñado y nunca se hayan visto en realidad.
Cada uno tiene los suyos.

Forman parte del misterio de la mente, de sus interminables recovecos a veces llenos de sorpresas, a veces de incomprensibles y desconocidas formas que se nos aparecen de repente, cuando menos esperamos o cuando a punto de despertarnos, luego de un largo sueño, se entermezclan fantásticamente en una orgía de ideas inconexas y sin sentido, que poco a poco vamos reordenando a medida que recobramos la conciencia.

Para conocer de verdad esos lugares, hay que vivirlos a diario durante algún tiempo. No basta con pasar seguido por allí. Hay que compartir con ellos las distintas horas del día y los diferentes "climas" que traen los días.

No son lo mismo un parque o una plaza por la mañana que por la tarde, un lunes que un domingo, en verano o en lo mas crudo del invierno.
Un bar, una mesa en un bar, es diferente cuando recién se abre el local que a última hora. La gente va cambiando durante el transcurso de la jornada, los diálogos son distintos, las noticias se van gastando y mutando a medida que el tiempo las aleja del hecho que las generó, y todo tiene diferentes colores y olores según sea el rincón desde el que uno mire.
Por eso hay que sacarle utilidad a nuestras rutinas. El mismo viaje, en el mismo colectivo, por las mismas calles todos los días, debe servirnos para grabar en nuestra mente reflexiva aquellos hechos y cosas imprescindibles que harán exacta su descripción.

En mi intento por lograr esa descripción, esos lugares pasan a ser menos míos, aunque nunca lo fueron en realidad, y posiblemente despierten las mismas sensaciones a quien lee, si al pasar por ellos vivió emociones parecidas.
A veces basta sólo un detalle, el color del follaje, un perfume, el estilo de unos muros, el empedrado de una calle, para rescatar de la memoria el momento que grabó ese lugar para siempre en nuestro corazón.

Intentos

Estos escritos no son más que un intento de un libro que algún día me encontrará.
Pues, aunque uno busque durante mucho tiempo la imagen, la melodía, el texto justo; son éstos los que finalmente encuentran a su creador en el momento exacto en el que deben nacer.
Uno debe limitarse entonces, a constriur sus partes como ladrillos, poco a poco, con mucho trabajo hasta lograr la cantidad suficiente que permitirá levantar la torre hasta esa, su altura exacta, que se alcanzará en ese momento en que, sorpresivamente se descubre la obra terminada.
He juntado muchos papeles, durante mucho tiempo, todo tipo de notas y escritos que han llamado mi atención en algún momento o ideas que, encendidas por mil variadas situaciones que ya ni recuerdo, anoté para salvarlas del olvido.
Todo puede servir para armar los ladrillos de la torre, asi que sigo anotando cosas en mis libretas que van quedando guardadas, hasta que quizás algún día me sorprenda extrayendo de ellas las páginas de un libro, hijo que no conozco todavía, pero que extraño y sé que anda por allí, buscándome.