domingo, 14 de febrero de 2010

LOS PENSAMIENTOS DEL SEÑOR EMINENTE

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Se sentaron todos, excepto el orador -luciendo expléndida calvicie y solemne barriga doctoral cruzada con gruesa y visible leontina de oro- y muchas personas más que por falta de asientos se apretrujaban y trataban de molestarse mutuamente en las puertas de entrada.
El salón de grados de la universidad hacía mucho que no era escenario de una reunión social y cultural de tal envergadura e importancia.
El homenaje que se le rendía al eminente profesor e intelectual contaba con el marco adecuado y con la gente adecuada. Todo muy especial y seleccionado.
El orador -tras beber un pequeño trago de agua de un pequeño vaso, en ceremonia estudiada y concienzuda-, luego de los saludos de rigor, expresó: “La universidad y la patria toda me han encomendado, querido profesor y amigo, rendiros este emocionado y sincero homenaje que desde hace tanto tiempo teníais derecho a recibir. Nos consta sin embargo, que vuestra modestía y humildad rechazan, íntima y profundamente, actos como este, pero la sociedad no ha encontrado otra forma de expresar su gratitud en el presente a los prohombres, que éste que hoy os hacemos”.

(...Callarse la boca, en tu caso querido barrigas, sería una forma muy adecuada de rendirme homenaje. Cuando se habla mucho de uno generalemente se están burlando. No tienes derecho de tratarme de querido profesor. Nunca te tragué. Me revienta tu barriga y esa cadena de oro es muy sospechosa...¡Cómo me molesta el cuello! De nuevo la gorda me puso almidón en la camisa. Cuántas veces le habre dicho que cuide mejor mis camisas. Están carísimas. Todo está carísimo. ¡Cómo me molesta el cuello!. Espero que este pelado hable poco...)

“Sabemos muy bien de vuestro desvelo por todas las manifestaciones de la ciencia y de la cultura. Un desvelo total que no supo de claudicaciones en días aciagos para la patria y para nuestras instituciones republicanas. Sóis el paradigma vivo de una conducta y de una mística puestas al servicio incansable del conocimiento y de la sociedad”.

(...Bla, bla, bla. Si sigue así me levanto y me voy. ¿Para qué me habré comprado zapatos nuevos? Para escuchar este adefesio. ¡Y lo que sale el alquiler del jacket! ¡Lo peor es que no me han convidado nada, ni una tacita de café! ¡Qué amarretes! ¡Qué hambre que tengo! Pero estoy muy elegante. Muy elegante, sin duda. ¡Qué linda chica, parece que le estoy gustando un poco. Deberían haber venido más como ella. Veo pocas. ¡Todas viejas! Compañeritas de estudio del gran prohombre. ¡Puahhh! No hay derecho. Otra vez como algo antes de salire de casa. Hoy sí que estaban ricas las croquetas. Tendría que haber comido más croquetas...)

“Vuestros pensamientos, cargados de lirismo y poesía, os llevaron a olvidar las sórdidas bajezas de que, nos consta, fuisteis víctima en repetidas oportunidades y con la mirada puesta en el futuro y en tus convicciones, lograsteis marcar rumbos de honradez y aplicación a la ciencia a generaciones de jóvenes argentinos. Vuestras lecciones de Física Astronómica y Numismática Cartaginesa, nos fueron mostrando un mundo lleno de vivencias en el que el hombre, al escapar a ese determinismo cusístico y tautológico, podría contemplar cara a cara su destino y su obra”.

(...Menos tú, querido gordito. Con esa cara no podrás contemplar nunca tu destino y tu obra. Hay que copiar de libros viejos y si son en inglés o en francés, mejor aún. Ahí está le ley primera de la originalidad creadora. Pero por suerte sobraron croquetas. Me voy a dar un atracón ¡Lástima que la gorda les ponga tanto aceite! ¡Me duele un poco el fegato! Debe ser por eso. Ginebra hace rato que no tomo. ¡Cómo nos dábamos con el negro Alvarez! Y este sigue hablando. Aquí vendría muy bien un estornudo de mi parte. Todos me mirarían. Magnífico homenaje se está rindiendo barriguita. ¡Pero la medallita va a ser para mí! Espero que sea de oro y no de latón enchapado...)

“Un capítulo interesante de vuestra vida de intelectual lo constituye -sin lugar a dudas- la decena de libros publicados. Aporte originalísimo y sustancial no sólo a las letras sino también a la ciencia de nuestra patria. Allí está, para gloria y loor de nuestra literatura, su más conocido libro: “Osmosis y endósmosis del Pithecantropus agachadus” que, en más de mil páginas, recoge estudios y comprobaciones de alto sentido científico. Ese y los demás libros que escribió venciendo obstáculos de todo tipo que no lograron arredrarlo y que sirvieron para mostrar al mundo la garra y potencia de su intelecto. La búsqueda, imparcial y humilde del conocimiento ha sido y es la razón de su vida”.

(...Lo que pasó es que nadie ha leído lo suficiente para llevarme a los tribunales por plagio. Yo plagio, tu plagias y él plagia. Ya me imagino cómo va a terminar esto, apretones de mano y nada más. Nadie me va ha convidar nada. Tendría que haber ido al dentista. Anoche no pude dormir. Estoy un poco pálido. Creerán que es de emoción o que estuve estudiando hasta tarde. Me ha sentado bien la palidez. Pediré un adelanto para mi próximo libro sobre los Hotentotes Cordubensis. La pobre gorda necesita vestidos. Hace rato que no le compro nada...)

“Aparte de eso, la labor constante de nuestro querido profesor, se derramó hacia otros horizontes, buscando en el contacto y la franca comunicación con el pueblo, el sustrato social que toda labor universitaria ha menester para vivificarse y actualizarse. De ahí el por qué de sus conferencias y publicaciones en periódicos y revistas que durante años ha venido realizando sin fatigas ni reposos, llevando por los caminos argentinos, cual monje medieval, la frescura de su voz y la verdad de su evangelio laico. Y los resultados no pueden haber sido más óptimos”.

(...Cuatro costillas rotas y dos meses de cárcel por hablar de más. No hice buen negocio. ¡Tengo que ponerme a régimen! Estoy engordando demasiado ¡Qué lástima! Justo ahora que la gorda había aprendido a cocinar. Tengo que empezar los trámites para jubilarme. Me va a llevar bastante tiempo. Conviene esperar un aumento. Si me jubilo ahora estoy frito. Y los libros, ¡malditos libros! No me han dejado un solo centavo. Estoy muy gordo, voy a tener que adelgazar ¡No comeré más pan con manteca!...)

“Vuestra participación en congresos internacionales en Pekín, Little Rock, Laguna Larga y Tuclame, adonde llevasteis múltiples inquietudes y ponencias siendo escuchado por las audiencias más calificadas del mundo, no han hecho más que prestigiar vuestro nombre y el de esta universidad que os cuenta entre sus más egrerios profesores”.

(...Cierto, cierto, me había olvidado gordito, me buscaré un buen congreso internacional: rebajas en los pasajes; buena atención, buenos hoteles; gente no muy tonta. Me convendría Italia. Una vueltita por el Lago de Como, Lago Trasimeno, Florencia, Milán. Me voy a Italia. ¿De qué podría hablar? ¡Ya está! Tengo este título que se me ocurrió el otro día: “Problemas gnoseológicos de la actual filatelia de Ruanda Urundi”. Eso si ¡Nada de pan con manteca!

“Y por lo tanto, querido y respetado profesor, hemos creído impostergable -vuestros antiguos discípulos y la universidad toda- haceros entrega de este artístico pergamino, como testimonio del ferviente homenaje que la cultura y la ciencia de nuestro país os han tributado”.

(...¡Amarretes! ¡Mezquinos! Ya me parecía raro que me dieran una medalla de oro...)

Y entre los nutridos aplausos de la concurrencia el orador hizo entrega al eminente profesor y sabio, con el que se confundió en un estrecho y afectuoso abrazo, el artístico pergamino orlado con primoroso moño. Agradeciendo éste con palabras entrecortadas por visible emoción, el cariñoso recuerdo de sus ex discípulos y de la universidad.

Miguel E. Bravo Tedín.
Nacido en Buenos Aires el 9 de setiembre de 1939
Cordobés por todo. Cursó sus estudios de Historia en la Universidad Nacional de Córdoba
Fue colaborador literario en diarios y revistas del interior.
Periodista francotirador.
Miembro de la Academia Cordobesa del Habla Popular.