sábado, 12 de octubre de 2013

El sello de Melquicedec


Una amiga granadina, por estos días quizá la única lectora de esta bitácora, compartió unas fotos en Flickr donde aparecía un símbolo de continua presencia en Granada y toda la región de Andalucía: La estrella de ocho puntas.
El símbolo se encuentra muy especialmente en esa zona, pero además aparece en muchas representaciones artísticas, religiosas y en la arquitectura de toda la costa del Mediterráneo. Quizá la manifestación más antigua se encuentra  en el sello de Melquicedec, un misterioso sacerdote de los tiempos del paganismo que se describe como “hijo del sol”.
El culto solar era la “religión” ancestral más difundida en lo que hoy conocemos como Europa, África del norte y Medio Oriente, los mayores imperios que se desarrollaron en la región, Sumerios, Egipcios, Griegos y Romanos no pudieron opacarlo y debieron acabar aceptándolo aggiornando los rituales de origen astronómico de aquel culto, a las religiones que hoy subsisten.
Hasta la etimología de una palabra símbolo como “toro” prueba lo extendido del culto en el mundo antiguo: “ur” , “uro”, “urus”, “Thor”,”Hor”, entre otras. Hoy encontramos palabras como oro, urea, orina, urología, que están relacionadas con el color dorado del sol. ¿Por qué esta palabra? Porque los sacerdotes de Babilonia y Egipto habían observado que durante la noche, por el mismo camino que recorre el sol durante el día, se ve el “desplazamiento” de la constelación del toro “Taurus”.
Los egipcios imaginaron que el dios Horus con figura de halcón o disco alado, vigilaba la barca de Ra defendiéndola de las tinieblas reperesentadas por la diosa Apep (Apofis). Durante la noche el toro (Athor) dejaba al sol del otro lado del mundo para evitar que Apofis se apoderara de la luz y especialmente de su calor (el origen de la vida)  representado por Udayet que se manifiesta en la iconografía con el nombre de “uraeus”.
En medio oriente por los mismos lejanos tiempos, y volviendo al sello de Melquicedec, vemos en este, dos cuadrados entrecruzados, que no son más que una forma simple y estilizada de dibujar una estrella de ocho puntas, una representación aproximada del sol. Era utilizado por este sacerdote en sus ritos, donde además, el pan y el vino, eran manifestaciones palpables del poder de la estrella sobre el mundo. “Soy hijo de Dios (El sol) y he nacido de la misma luz que da el pan y el vino, que son parte de mi cuerpo”
Melquicedec  aparece en los primeros textos de la Biblia como rey de Salem (La actual Jerusalen) y existen numerosas coincidencias como para suponer que su imagen es la que se tomó para la representación del Cristo por parte de los romanos en tiempos de Constantino.
El emperador romano hace coincidir la fecha astronómica del solsticio, con la aparente muerte del sol  el 21 de diciembre y su resurrección al tercer día, o sea el 24 de diciembre que hoy conocemos como día de la natividad. (Se necesitan tres días a ojo desnudo para percibir que el sol no sigue descendiendo en el horizonte y comienza a elevarse nuevamente)
En definitiva, Católicos, Musulmanes, Judíos, y otras tantas religiones dependientes o similares, siguen adorando al sol (aunque un poco disfrazado según conveniencias) y la estrella es un símbolo utilizado por todas ellas.