¡Oh Reina!
Reina del Plata
Reina sentada, Reina desparramada.
Reina por derecho divino y por consagración de los hombres.
Reina al fin desde el principio de los tiempos porque a alguien se le hizo cuento que empezaste…
Reina reinante y gobernante y tan majestuosamente Reina como pocas.
Reina traída hasta la orilla del río de barro y de señera por las achinadas sirvientas que empujan esforzadamente tu silla de ruedas. (Ya no podés ni caminar de tan gorda)
Reina dominante de puchos en el suelo, de puchos y papeles, de tapas de gaseosas y cucharitas de helados, de un abigarrado tesoro de basuras,
Reina que engordás continuamente por el sur, por el norte y el oeste en tentaculares grasas, en pringosas excrecencias que se derraman, que cuelgan, que se estiran, que te hacen cada vez más pesada, más enorme, más poderosa, más insoportablemente ávida de carne y ladrillos.
Reina que por el este te reflejas en las lodosas aguas donde se vuelcan tus defecaciones, secreciones, restos de comida, niñitos abortados y rosas, ah rosas, flotantes rosas rosadas, tenues, transparentes, de rosados preservativos rosadamente usados.
Reina reinísima y soberanamente Reina, que absorbe, que devora, que manduca, que morfa.
Reina contaminada y bellísima.
Reina bellísimamente ebria con todos los humos en la cabeza.
Reina libidinosa y dulce, venal y oscura, violada varias veces sin oposición.
Reina tan mística, tan patriarcal, tan sacristana, tan beata, tan señora, tan Reina, tan puta, tan santa.
Oh tan Reina y sin embargo tan insatisfecha, siempre tan ansiosa de esos muertos que con su propia carroña te fertilizan, de esos muertos…tus muertos viajeros en el sinfónico regurgitar de sus entrañas.
Oh tan necrolática y obituaria y llena de estertores, y de asfixias, de boqueadas y agonías.
Reina, ¿qué hay de tus muertos?¿qué hay de las voces de tus muertos?
Reina…nos conocemos bastante. No me vengás ahora con los héroes del orden o de la subversión, de la opresión o de la violencia, unitarios o federales, rojos o azules. No me vengás con eso de “oidmortaleselgritosagrado” o “luchemosporlapatriaredimida” o “losmuchachosperonistastodosunidostriunfaremos”, que no te estoy hablando de esos muertos.
Te estoy hablando de los otros, de los que viven y silenciosamente corren por tus venas y se te encallan en el esófago, de los que todos los días salen a representar su sincrónica y rutinaria comedia de habitantes, de los que nadan en tu sangre roja que también corre por sus cuerpos de muertos vivos.
Reina, de esos muertos te hablo. No de los que son prócer o estatua o mártir. Sino de los relegados, de los olvidados, de los negados.
De esos muertos te hablo…
De esos muertos, Oh Reina.
Que por ellos sos tan eterna como el agua o el aire.
Eduardo Gudiño Kieffer